Miegakure 見え隠れ

AdachI Museum, Matsue

Miegakure,  un concepto de diseño de jardines que puede observarse en muchos jardines de Japón y China, suele traducirse como «ocultar y revelar». Originalmente derivaba de la composición de la pintura paisajista china, en particular de las partes del cuadro en las que el artista creaba cambios de perspectiva. Una forma de hacerlo era dejar partes de la composición en blanco o «vacías», como si el paisaje estuviera cubierto por nubes brumosas. Esto permitía al artista alterar sutilmente el punto de vista del observador del paisaje representado.

AdachI Museum, Matsue

En esencia, la idea de miegakure es «sombrear» u ocultar alguna parte del jardín al espectador desde cualquier ángulo desde el que lo contemple. Es decir, la composición completa del jardín no suele apreciarse desde un solo punto, como suele ocurrir en el diseño de jardines occidentales.

Oscurecer partes de la composición es un acto intencionado, deliberado, del creador del jardín. Un ejemplo notable lo ofrece el célebre karesansui del templo Ryōan-ji, con sus quince rocas, de las que, desde cualquier lugar que se observe, sólo pueden verse claramente catorce —un aspecto del jardín que a los taxistas y guías turísticos de Kioto les encanta señalar con el donaire de un mago sacando un conejo de una chistera.

Ryoanji, Kioto

El jardín japonés se crea a menudo como una serie de vistas interrelacionadas, que se presentan en secuencia, y la totalidad del jardín es consecuencia de este proceso de superposición de vistas en la imaginación y la experiencia del espectador. Este es el caso, en particular, de los jardines de paseo (kaiyūshiki teien), donde la composición del jardín se diseñado deliberadamente a fin de atraer al espectador, presentándole una serie de escenas que se despliegan de forma progresiva para que el espectador las vaya «descubriendo». 

A veces, el espectador mira hacia una parte del jardín que ya ha visto antes, pero esta vez la vista puede estar enmarcada por elementos diferentes, de forma que parece «nueva» para el ojo. El jardín de Katsura Rikyu es un magnífico ejemplo del uso de este «ocultar y revelar» como elemento esencial en el diseño de jardines. A medida que se avanza por los senderos, los espacios y las vistas se abren y se cierran en torno al paseante.

Katsura Rikyu, Kyoto

Una forma de conseguirlo es enmarcando deliberadamente una vista. Así, una puerta abierta en medio de un camino, a medida que el espectador se acerque formará un marco natural a través del cual se «captura» la parte del jardín que se avista del más allá de la puerta.

La plantación es otro medio sencillo para lograr el mismo efecto. La presencia de grandes árboles puede utilizarse para que sus ramas inferiores y su follaje encubran o enmarquen ciertas perspectivas que se abren tras ellos. Puede tratarse de una vista o impresión bastante fugaz, sobre todo cuando el espectador recorre un sendero y pasa por ese punto determinado donde se revela el efecto.

Esta experiencia puede verse reforzada por la naturaleza del camino o la posición desde la que se descubre la vista. Un camino ancho y fácil de recorrer permitirá al espectador caminar con la cabeza erguida y disfrutar de la vista. En cambio, un camino que exija prestar atención a la colocación de los pies distraerá la atención de lo que está a punto de desplegarse.

Miegakure puede aportar una sensación de ritmo a la experiencia de un jardín. El ritmo implica la presencia de tiempo y movimiento, con el espectador como centro de todo el dispositivo concebido por el diseñador. El jardín se revela a través de la presencia del espectador, se hace sensible (se siente) a través del cuerpo y la imaginación del espectador. 

Miegakure contribuye asimismo a crear una sensación de curiosidad y anticipación en el espectador, como un camino que lleva a la vuelta de la esquina crea el deseo de avanzar por él para ver qué nos depara y qué hay tras el recodo. Se convierte así en un medio gracias al cual somos «arrastrados» por el jardín, deseosos de explorar cada rincón, de experimentarlo en toda su plenitud.

La alternancia entre »ocultar» y »revelar» nos hace partícipes de esa armonía que crean los ritmos universales de expansión y contracción, la oscuridad y la luz, lo activo y lo pasivo. 

Miegakure es el punto de inflexión de la transición y de la transformación de lo uno en lo otro.

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